esen

Por Horacio Rodríguez Vázquez y Mauro Accurso.

El cambio climático es uno de los desafíos más grandes que enfrenta la humanidad. Amenaza nuestra capacidad de alimentar a los nueve billones de personas que habitarán el planeta en 2050, de erradicar la pobreza y de lograr otros Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el cambio climático es la causa principal del aumento reciente del hambre mundial y de las crisis alimentarias graves.

Centroamérica es particularmente vulnerable al cambio climático. Debido a su ubicación geográfica y sus vulnerabilidades socioeconómicas, la región se ve gravemente afectada por los fenómenos meteorológicos extremos. Por ejemplo, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) ha observado cambios en el flujo y en la disponibilidad de agua en Centroamérica. Los fenómenos climáticos, como los ciclones, El Niño y La Niña, y últimamente, las fuertes sequías han afectado a los habitantes de Centroamérica, especialmente en las zonas rurales. Consecuentemente, la prevalencia de la inseguridad alimentaria ha aumentado en la región, pasando del 10,2% de la población en 2015, al 12,5%, en 2017, (FAO, 2018); actualmente, existen 11 millones de Centroamericanos desnutridos.

En este contexto, la generación de ecosistemas productivos y sanos es el objetivo principal de Centroamérica Resiliente (ResCA), un programa regional de cuatro años, liderado por The Nature Conservancy (TNC), apoyado por el Departamento de Estado de los Estados Unidos (DoS) y la plataforma de financiamiento multidonantes AgroLAC 2025. ResCA aborda tres pilares de la agricultura sostenible frente al cambio climático:

  1. Comercio y acceso a los mercados: para ayudar a los agricultores y pescadores a satisfacer las demandas de productos alimentarios más sostenibles a nivel mundial y regional;
  2. Mayor productividad sostenible y resistente al clima: para garantizar un futuro productivo que evite la conversión y degradación del hábitat natural y conserve la reposición de las poblaciones en las zonas de pesca;
  3. Gestión agrícola y ambiental: promover que los productores y gobiernos adopten la planificación de los paisajes terrestres y marinos para el desarrollo agrícola y pesquero.

Por esa razón, desde el inicio de ResCA, en 2016, hemos trabajado con actores clave en pilotear prácticas de producción sostenible en Belice, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua. Además, impulsamos la adopción de políticas y estrategias de agricultura climáticamente inteligentes a nivel subnacional, nacional y regional, con el apoyo de asociaciones de productores, ONGs, autoridades municipales, gobiernos nacionales y el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA).

La sostenibilidad entra a través del bolsillo de los agricultores

Desde octubre de 2018, en colaboración con nuestra red de socios locales, hemos capacitado a más de 1,600 personas en la adaptación al cambio climático y 8 instituciones han mejorado su capacidad para evaluar o abordar los riesgos que supone el cambio climático. Así mismo, capacitamos a más de 800 personas y fortalecido a tres instituciones en la gestión de paisajes sostenibles.

En Guatemala, por ejemplo, establecimos la Escuela Agroambiental en Totonicapán, con el apoyo de la Asociación de Cooperación para el Desarrollo Rural de Occidente (CDRO). Esta escuela ha capacitado a 56 personas, incluidos productores, líderes comunitarios, funcionarios del gobierno local y profesionales agrícolas en la producción de agricultura sostenible y resiliente.

Además, diez comunidades rurales en Honduras completaron el ciclo de capacitación en prácticas agrícolas sustentables para el cultivo de café y frijol, mediante la metodología de la Escuela de Campo de Agricultores (FFS). Este proyecto, implementado por el Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT), fue reconocido con el premio Momentum for Change, otorgado por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).

Apoyamos a la Organización del Sector Pesquero y Acuícola del Istmo Centroamericano (OSPESCA) en su campaña multilingüe, incluidos los materiales de comunicación indígena, para la temporada de veda de la langosta del Caribe (marzo – junio de 2019). El objetivo es permitir que la especie se reproduzca y garantice la sostenibilidad de esta cadena de valor en el futuro.

Estas acciones de desarrollo de capacidades y mejora de políticas son necesarias, pero no suficientes. La implementación de ecosistemas productivos y sanos, requiere de grandes inversiones, tanto económicas como sociales, para lograr adoptar prácticas y tecnologías productivas y sostenibles que minimicen los impactos negativos sobre los recursos naturales. Además, de ser responsabilidad de los productores, es una obligación común de todos los actores en las cadenas de valor agroalimentarias y de nosotros, los consumidores en las zonas urbanas.

Si nosotros como consumidores, y también los mercados, comerciantes y minoristas, no reconocemos el esfuerzo de los agricultores y cómo es que están cambiando la forma de producir nuestros alimentos para proteger las fuentes de agua, los bosques y la biodiversidad, entonces las intervenciones de campo como las que promueve ResCA no durarán más allá del programa.

Para que los ecosistemas productivos y sanos sean económicamente viables, es necesario que los mercados reconozcan el valor de las tierras agrícolas manejadas bajo la producción sostenible, mediante instrumentos y mecanismos que superen la agricultura convencional. También es necesario asegurar que los beneficios de este tipo de producción sean bien distribuidos y proporcionen mejores medios de vida para los productores rurales y sus familias. Como nos dijo un productor, en un día de demostración de campo, “la sostenibilidad entra a través del bolsillo de los agricultores”.

La buena noticia es que los esfuerzos de ResCA han sido factibles. En El Salvador, en alianza con Catholic Relief Services (CRS), hemos apoyado a la San Carlos Dos, una cooperativa de café en Osicala, Morazán que implementa sistemas agrícolas saludables, la gestión de la cosecha y la negociación de contratos con compradores nacionales e internacionales. En la cosecha 2017-2018, la cooperativa firmó contratos con seis compradores, cinco de ellos facilitados por ResCA. Tres de estos compradores internacionales les pagaron una prima por quintal de 14 dólares a 32 dólares por el uso de buenas prácticas de conservación de suelo y agua.

Nadie puede hacer esto solo. Necesitamos que nos ayudes a escalar este esfuerzo. Únete para hacer que estos ejemplos exitosos se conviertan en la regla, y no la excepción, de cómo producimos, comercializamos, compramos y consumimos nuestros alimentos.